El gobierno de Lula transmitió el mensaje de que si hoy Milei vuelve a criticarlo, retirará su embajador, como hizo España, y se producirá un virtual quiebre de las relaciones; las tensiones con Paraguay y el conflicto con Bolivia; la Casa Rosada busca encontrar una nueva épica después de sus primeros logros

“Esperamos que no se produzca una reiteración de la ofensa al presidente Lula. Sería una situación grave que podría tener profundas consecuencias diplomáticas, como el retiro del embajador en Buenos Aires, y que complicaría mucho la relación bilateral hasta llevarla a una virtual ruptura de relaciones, como ocurrió con España”. La advertencia que transmitió la diplomacia brasileña al Gobierno carga de tensión y expectativa lo que hoy pueda decir el presidente Javier Milei en Camboriu, cuando hable en la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC), un evento de la ultraderecha que organizó su amigo Jair Bolsonaro. Sería una paradoja que la Argentina tuviera interrumpidos los vínculos con su mejor aliado europeo, y al mismo tiempo con su principal socio comercial latinoamericano. El embajador argentino designado en Brasilia, Daniel Raimondi, ni siquiera presentó sus cartas credenciales y puede ser que no llegue a ser necesario. Si bien el Presidente comentó internamente esta semana que no tiene previsto atacar a Lula como sí hizo con el presidente español Pedro Sánchez, en su entorno aseguran que “va a marcar claramente la posición de Argentina. Si no querían conflicto, no nos hubiesen agredido”.
Milei decidió ir al encuentro del bolsonarismo como una reacción a lo que interpretó como una deslealtad imperdonable de su par brasileño. Ocurre que después de los cruces de acusaciones en el inicio de la gestión libertaria, hubo gestos desde la Casa Rosada para distender, que no tuvieron los resultados esperados. El principal fue el envío en abril de una carta entregada por la canciller Diana Mondino a su par brasileño, Mauro Vieira, donde le manifestaba cierta voluntad de generar un encuentro presidencial. El ministro Guillermo Francos, un todoterreno cada vez más decisivo en el andamiaje del Gobierno, trató infructuosamente de aprovechar la movida para proponerle a Milei que llamara a su vecino y mantuviera una conversación. Pero la concordia duró poco porque unos días después Lula se jactó de no haber leído la misiva y todo se derrumbó. La diplomacia de ambos países intentó hacer control de daños y hubo un acuerdo tácito para mantener un prudente silencio en ambas orillas y así limar asperezas. La tregua rigió un par de meses, hasta que la semana pasada Lula dijo que estaba esperando unas disculpas de su colega por haberle dicho “corrupto” y “comunista”. Milei estalló y además de responderle en público ordenó organizar su participación en el evento de su amigo Jair, su manera de expresar desagrado, tal como hizo al participar de eventos partidarios de Vox en España, junto con Santiago Abascal; y del Partido Republicano, en Estados Unidos, al lado de Donald Trump.

La presencia de Milei en la playa de Santa Catarina implicó al mismo tiempo un desaire al gobierno de Paraguay, que lo esperaba expectante en la cumbre del Mercosur que se realiza entre hoy y mañana. Está claro que al Presidente el bloque regional no lo desvela en lo más mínimo, pero Santiago Peña, el mandatario latinoamericano con el que tenía mejor relación, le había pedido especialmente que participara porque al ser por primera vez el anfitrión quería darle brillo y relieve político. “Acá había una gran expectativa puesta en la cumbre, pero la ausencia de Milei generó una sensación de decepción muy fuerte, se interpretó como un desaire personal, que Peña ya había percibido cuando fue la última vez a Buenos Aires y Milei no lo recibió”, se lamentó un asesor del presidente paraguayo. El embajador argentino Guillermo Nielsen, amigo de los dos mandatarios desde hace tiempo, hizo gestiones denodadas pero infértiles, al igual que Francos, para que Milei viajara. Sabe que este episodio reforzará en Paraguay la convicción de que Brasil es su principal aliado y socio.
En la cancillería argentina ven estos movimientos con resignación, abrumados por la sensación de inestabilidad a la que los somete la Casa Rosada. El último contrapunto por el extraño intento de golpe de Estado en Bolivia terminó de convencerlos de que tienen poco para aportar en términos de estrategia diplomática cuando enfrentan el temperamento del Presidente. Mondino se pronunció con claridad para decir que “la democracia no se negocia”, y que los gobiernos “se cambian únicamente en las urnas”; pero días más tardes Milei calificó de “fraude montado” a la intentona militar contra la administración de Luis Arce, quien en respuesta también llamó a consultas a su embajador Jorge Tapia. De seguir así los elegantes cocktails en las sedes diplomáticas de Buenos Aires se van a quedar sin asistentes.

El tema Bolivia también incidió en la decisión de Milei de no asistir a la cumbre de Asunción, porque allí se producirá su incorporación formal al bloque regional. Además de la distancia ideológica, desde hace un tiempo los ministros de Defensa, Luis Petri, y de Seguridad, Patricia Bullrich, observan con preocupación los vínculos de La Paz con Teherán, a partir de informes de inteligencia que les reportan un intercambio de información sensible y de tecnología. Temen que allí se esté incubando una amenaza terrorista para el país, que hoy se ha transformado en una hipótesis de un potencial conflicto.
En el fondo de todos estos movimientos subyace la convicción del propio Milei de que la región no representa para la Argentina una oportunidad, sino más bien un foco de complicaciones. Prevalece en esa mirada la prioridad que le asigna a la construcción de una liga global de la ultraderecha, para la cual no encuentra socios en el vecindario que estén en el poder. Por eso se ilusiona con Bolsonaro, quizás con el chileno José Antonio Kast (que también estaría hoy en Camboriú) y, sobre todo, con el regreso de Trump al salón Oval.
En busca de una nueva épica
En el frente interno el Gobierno deambula en la búsqueda de una nueva épica, esencial para mantener el vigor de la figura de Milei. La aprobación de la Ley Bases cerró una etapa en la que la retórica anticasta tenía un sentido concreto. Y los rápidos logros en la baja de la inflación (más allá de que el indicador de junio que se conocerá esta semana podría exhibir un ligero rebote, muestra de que no es un tema resuelto) empezaron a correr el eje de prioridades hacia otros terrenos más resbaladizos para los libertarios. Por ejemplo, la última encuesta de la consultora Opinaia mostró que por primera vez la pobreza se transformó en la principal preocupación, por encima de la suba de los precios. También creció fuerte la inquietud por el desempleo. Sus colegas de Isonomía detectaron una tendencia similar, en la que las problemáticas sociales escalaron en sus últimas mediciones.
El contexto de aprobación al Gobierno y a la gestión de Milei parece mantenerse inalterado, igual que la expectativa de un futuro mejor. De hecho en el sondeo de Opinaia el 53% de los consultados dijo que el esfuerzo que está haciendo “vale la pena pero las mejoras se van a ver en el mediano-largo plazo” (más un 15% que dijo que ya está viendo las mejoras), término que para el 26% de ese universo significa fin de este año, y para el 36% mediados de 2025. “Hay un principio de estabilización de las cosas, una luz al final del túnel”, señala un especialista de consulta del Presidente.